viernes, 16 de septiembre de 2011

El "Tanque" del recuerdo

Diario La Tercera, lunes 4 de diciembre de 1995

Nunca, en la historia del club, un hombre ha
marcado tantos goles como Carlos Campos. En
el bicampeonato 64-65 fue el artillero principal.
"Oiga, tiene razón, han pasado 30 años...".
La mirada se fija en un rincón de la pieza y en ninguna parte a la vez... El recuerdo se torna obligatorio. Sobre todo, el que le corresponde a él, como el azul que más goles ha convertido en la historia del club, como el terrible y eficaz artillero del bicampeonato 64-65.
Ahora dice que no va al fútbol. "Hice una excepción para un superclásico del '93, pero ahora prefiero seguir mi pasión desde el televisor".
Es Carlos Campos, el "Tanque" que la historia inscribe con 180 goles. Leonel se le acerca un tanto, con 160. Pero los ojos le brillan y el apunte estadístico es con orgullo. "Un arquitecto amigo, muy bueno para eso de los números, tiene sacadas las cuentas y son más de 400 los goles que hice jugando por el club. En esos 180 no están contados los amistosos ni las Copas Libertadores ni las giras europeas que hacíamos con el Ballet".
Las jornadas de abrazos y vueltas olímpicas fueron muchas, por eso tal vez el desglose sea complicado. "Son tantas las vivencias que uno se va confundiendo. Aquí mismo en esta foto (tiene un suplemento con la historia de los azules), no recuerdo que hayamos dado una vuelta olímpica en Playa Ancha.
Pero lo que no se olvida fue el grato sabor que tuvo ganar el campeonato dos veces seguidas por primera vez en la existencia universitaria. "El 63 fue muy malo, hice 4 goles y me lo pasé en la banca. Ahí fue cuando me quisieron vender y yo les dije que no era mercadería y que si esa era la única opción, entonces dejaba el fútbol".
Su entusiasta y alegra actitud a la hora de rememorar tiempos gloriosos, sólo cambia en un pasaje. Cuando evoca el desprecio que le tenía la barra. "No me quería... (el silencio es largo y cualquier otra intervención fuera de él, será de más). Eso influyó mucho en que luego me convirtiera en el goleador de ese bicampeonato. Estaba picado, dolido, quería demostrar que alguien no tan exquisito con el balón en los pies también servía en ese gran equipo. Me trajeron varios centrodelanteros, pero terminé jugando yo. Fui un jugador de sacrificio. El cabezazo lo aprendí y lo perfeccioné en jornadas interminables. Todo me costó: los goles, el puesto y, sobre todo, el amor de los hinchas".
La sonrisa retorna cuando redondea el final de esta historia: "Cuando me retiré, alguien, con mucho acierto, dijo que me iba justo cuando había aprendido a jugar y, lo más importante, me despedí y era el más querido por la gente".
El fútbol le dio todo, y así lo reconoce casi con emotividad: "Mi casa, mis cosas, mi gente, todo lo que tengo. Las vivencias. Hasta le puedo contar que conocí el Moulín, Rouge y el Lido de París, después de un partido con el 'Ballet' en una gira, la del '63. Fueron 40 días en Europa".
Y si sus huesos fueron siempre azules, lo único que obligó a hacerlo socio de otra entidad fue su corazón: "Estoy en la Unidad Coronaria, después de los sustos que he pasado con esto de la hipertensión". La espalda también se suma, ahora último, a la incomodidad. "Por eso es mejor que vea los partidos desde aquí, en mi casa, en familia y tranquilito. Aunque el de Calama del otro día hizo que me subiera la presión".
Así, Goldberg y Juan Silva, con los goles que se perdieron, tal vez no tuvieron idea de lo mucho que hicieron sufrir a un azul, tan azul como ellos, y que tanto hizo gozar a azules de toda la vida...

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